Y así comenzó todo! Como en toda gran historia, había una profecía climática que intentaba detenernos: lluvia incesante durante tres horas. El cielo gris de Madrid no parecía un aliado, y mi intuición decía que, con suerte, unas 12 o 15 almas valientes se presentarían en la Real Parroquia de Santiago Apóstol. Aún así, el grupo fundacional —la imperturbable Rectora, la siempre precisa Organizadora y el místico Párroco— habían prometido estar. Pero… ya sabemos cómo son las promesas bajo nubes amenazantes.
8:50 AM. No llovía. Lo que sí llovían eran peregrinos. ¡Casi 30! Todos con sus mochilas, capas al hombro, y una energía que podía despejar tormentas. Incluidas, claro, nuestras heroínas: la Rectora, sonriente como si ya hubiera llegado a Compostela; la Organizadora, con su hoja de ruta casi militar; y el Párroco… ausente, aunque con excusa celestial: misa a esa hora. Prometió alcanzarnos más adelante. Lo dicho: una historia épica no se cocina sin unos minutos de misterio.
🔥 Únete a nuestro grupo de WhatsAppMadrid nos miraba con asombro. Treinta personas cruzando su casco histórico en fila india, riendo, saludando turistas, esquivando semáforos y tentaciones de bollería en cada esquina. Nos sentíamos como parte de una manifestación pacífica de fe, amistad y ganas de aventura. Y entonces llegaron las primeras anécdotas.
Maruca y sus dos inseparables amigas —las autoproclamadas “Trillizas del Camino”— iban a paso lento. La noche anterior, una cena de amigos se convirtió en un atracón digno de crónica médica. Malestar estomacal, farmacia en cada esquina, y la lucha entre continuar o retirarse. A mitad del camino, decidieron abandonar temporalmente… o eso creíamos.
Con el grupo reordenado, seguimos adelante. Y justo cuando pensábamos que todo estaba dicho… ¡apareció el Párroco! Como Gandalf en el Abismo de Helm. Bastó su aparición para que el cielo descargara con toda su furia: lluvia, viento, granizo… una épica tormenta de bienvenida. Ni capas, ni chubasqueros, ni plegarias nos salvaron. Pero no hubo quejas, solo carcajadas, pasos chapoteando y miradas cómplices.
«Esto no es lluvia», dijo la Rectora.
«A mí ya no me asusta nada», respondió la Organizadora.
Pasamos un campo que parecía haber sido preparado para una escena de película medieval: barro, charcos y tramos resbaladizos. Y, sin embargo, fue una diversión colectiva. Más que avanzar, parecíamos jugar.
Ya llegando a Tres Cantos, un mensaje nos sacudió el alma peregrina: Maruca y sus amigas decidieron retomar el camino. ¡Volvían a unirse al grupo! El aplauso fue espontáneo, imaginario al principio… y real minutos después, cuando entre cervezas y risas, las vimos llegar como si nada. Abrazos, lágrimas, brindis.
🔥 Únete a nuestro grupo de WhatsAppEl grupo estaba completo.
Cierre de etapa con sellado de credenciales, promesas de nuevos desafíos y una certeza que brillaba más que el sol escondido: habíamos comenzado algo que nos cambiaría para siempre.