Capítulo 6: De Melide a Arzúa

Mate ausente, musgo sagrado y el silencio que anuncia el final

🌙 Melide duerme

La noche en Melide estaba serena. Sus calles vacías, apenas iluminadas por faroles tímidos, dejaban ver alguna que otra ventana encendida.
Los bares estaban ocupados por vecinos de la comarca, reunidos frente a la televisión. Se escuchaban goles y brindis entre cervezas y tapas.

Niños corriendo me saludaban con un educado:
—“¡Buenas noches, señor!”
Su plaza central, desierta.
Todo era quietud. Todo era Camino.

Volví al hotel sabiendo que el día siguiente sería especial. Ya estábamos más allá del ecuador de nuestro recorrido. Más cerca de Santiago. Más cerca del final.


☕ Desayuno con alma de mundo

A las 7:30 h, como cada mañana, nos reencontramos en el bar del hotel. Nadie faltó.
El ambiente era íntimo, familiar, lleno de gestos cómplices.
A nuestro alrededor: ingleses, mexicanos, españoles, colombianos… y yo, esperando que apareciera alguien con un mate por accidente.

Extrañaba mi termo, mi mate de la mañana, esa rutina tan argentina.
Pero el Camino no deja espacio para la nostalgia: siempre te da algo para pensar.
Hoy, por ejemplo, pensaba en cómo transmitirle al grupo que cada paso que dábamos nos acercaba a Santiago… pero también al final.

El impacto fue inmediato. Se hizo el silencio.
Las sonrisas se apagaron un segundo… y luego, con una mirada entre todos, entendimos:
habíamos llegado muy lejos. Y aún quedaba el tramo más valioso.


🌿 Verde, lluvia y pasos con alma

La salida de Melide fue como una caricia húmeda. Galicia volvía a regalarnos su vegetación infinita, sus caminos de tierra pisada, sus muros de piedra cubiertos de musgo.

Cada uno caminaba con su ritmo, su emoción, su historia.
Las charlas fluían. Las bromas. Las anécdotas. Y también… los silencios.

Sergio, El Párroco, se separaba cada tanto para acariciar árboles, tocar el musgo, respirar profundamente.
Almudena, La Rectora, se detenía con frecuencia para tomar fotos y secar alguna lágrima de emoción.
Raquel, La Sra. Organización, observaba todo con calma, casi sin hablar, como si no quisiera perderse ni un detalle.
Manuela, La Chef Michelin, caminaba sin perder la sonrisa, como si cada paso la alimentara.
Teresita y Olga conversaban animadamente, dejando una estela de alegría tras cada paso.

La lluvia nos encontró en el camino. Ya no la temíamos. La recibimos como una bendición.
Estábamos preparados. Hasta la humedad nos abrazaba.


🛤️ Arzúa, tan cerca… tan lejos

Poco más de 15 kilómetros.
Pero este tramo se sintió más corto.
No porque lo fuera, sino porque íbamos llenos de cosas que contar, que recordar, que sentir.

Y entonces, a lo lejos, apareció Arzúa.
Y con ella, la conciencia brutal de que ya solo nos quedaban 40 kilómetros.
La meta estaba cerca. Demasiado cerca.

Al llegar al albergue, el silencio fue lo único que sonaba.
Solo rompimos el hechizo para preguntar:
—“¿Dónde comemos?”
—“¿A qué hora es la misa?”


🙏 Misa y una mesa redonda

La misa comenzó puntual.
Como en cada etapa, el sacerdote nos dio la bienvenida con palabras cálidas, con bendiciones para nuestros pasos y nuestras cargas invisibles.
Cada misa, cada iglesia… cada instante de espiritualidad era único.

Luego fuimos a comer a un bodegón sencillo y auténtico, justo sobre el Camino.
Nos recibieron con sonrisas y un trato cercano.
Los platos, sabrosos y abundantes.
Por momentos daban ganas de repetir.

La sobremesa fue larga, cálida, llena de confesiones.
Un partido de la Champions sonaba de fondo. Algunos aplaudían. Nosotros simplemente estábamos en paz.


🌙 Reflexiones bajo la luna

Al salir del restaurante, las risas nos acompañaron de camino al hotel.

Pero yo no entré enseguida.
Me quedé, como cada noche, a caminar solo por la ciudad.
Arzúa dormía. El Camino también.

Pensaba en todo lo vivido. En todo lo que vendría.
Y en esa mezcla de emoción y tristeza que solo aparece cuando un sueño empieza a cumplirse… y a terminarse a la vez.

Mañana nos esperan otros 20 kilómetros.
Un paso más hacia esa ilusión que ya casi podemos tocar.


📍Curiosidades de Arzúa (según la guía del mayorista):

  • Es conocida por su queso con denominación de origen: Queso de Arzúa-Ulloa.
  • Su nombre viene del latín Arciola, que significa “pequeña fortaleza”.
  • Es uno de los últimos pueblos grandes antes de llegar a Santiago, con todos los servicios.
  • Tiene múltiples albergues, restaurantes y bares con platos típicos gallegos.
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