Camino de Santiago desde Tuy – Día 1: El despertar del peregrino

Crónica del primer día en el Camino Portugués desde Tuy hasta O Porriño: amaneceres inquietos, primeras presentaciones, 21 km de sonrisas, paisajes, hidratación y un toque de mística peregrina.

El amanecer antes del primer paso

El horario oficial de despertar era a las 6:30 hs. Pero la ansiedad, como buena compañera de peregrino, hizo que a las 5:30 yo ya estuviera sentado en la cama, esperando que el reloj me diera permiso.

Fui el primero en salir al espacio común del albergue, donde ya nos esperaba una joven de rostro serio, ojeando folletos como quien busca respuestas en el oráculo de Delfos. Me miró y solo dijo:
Buenos días.

Uno a uno fueron apareciendo mis compañeros de aventura:

  • Tapon (Luis), ajustando sus gafas y regalando el primer saludo de la jornada.
  • El Párroco (Sergio), con su santa paciencia y la eterna duda climática: “¿Lloverá en este primer día?”.
  • La Musa del Sendero (Amada), La Voz Serena (Lorena) y Lucía (Pilar), con esa mezcla de sonrisa y fastidio tan propia de madrugadas tempranas.
  • Y cerrando la procesión, El Guardián de la Paz (Luisito), nuestro maître oficial, quien a lo largo del camino nos enseñaría más secretos de hostelería que cualquier manual de turismo.

La muchacha de gesto serio no pudo contenerse y lanzó la pregunta inevitable:
¿Pero cuántos sois vosotros?
Tras las carcajadas colectivas, nos contó que venía de Valencia, que su mejor amiga también peregrinaba con ella, aunque todavía estaba profundamente dormida.

El Camino tiene estas mochilas invisibles: unas cargadas de chubasqueros, otras de delineadores, y todas con sueños, ansiedades y ganas de avanzar.


De Tuy a O Porriño: primeras huellas

El recorrido de hoy era amable: unos 21 kilómetros con un desnivel de apenas 200 metros. La amenaza de la lluvia nos acompañó como un telón de fondo, pero el cielo decidió darnos tregua.

Salimos de Tuy, con sus calles de piedra y la majestuosa catedral que vigila el Miño, y tomamos el sendero que alterna caminos rurales, bosques de eucalipto y pequeños pueblos donde el tiempo parece detenerse.

Cada uno llevó su paso: algunos con risas, otros con silencios. El Párroco, con su toque místico, nos marcaba desvíos para descubrir paisajes ocultos y, lo más importante, nos recordaba dónde hidratarse. Porque sí, si el Camino tiene dogmas, uno de ellos es la hidratación.


Llegada y recompensas

La llegada a O Porriño fue un alivio: el primer tramo no había sido tan duro como temíamos. La satisfacción de llegar con fuerzas para recorrer el pueblo nos llenó de ánimo.

Y claro, no faltaron ni la misa diaria, ni la hidratación estratégica, ni la cena que nos reconcilió con el mundo: zamburiñas y pulpo gallego, guiados por nuestro experto maître, Luisito.

Entre copa y copa, descubrimos algunas curiosidades de la villa: O Porriño presume de ser la cuna del arquitecto Antonio Palacios, autor de joyas modernistas en Madrid, y tiene hasta una réplica de la entrada al metro madrileño como homenaje. Todo un guiño que nos hizo sentir un poco en casa.


El silencio de la noche

La jornada terminó con un regreso pausado al albergue. La noche cubría las calles de O Porriño, y el murmullo se apagaba en nuestras gargantas. Mañana, otra etapa nos espera.

El Camino recién comienza, y ya nos ha regalado historias que caben en el corazón, pero no en una mochila.


👉 Avance Día 2: O Porriño – Redondela: entre lluvias, risas, y la primera sensación de que el Camino ya camina dentro de nosotros.

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