Bola del Mundo: Noche en un hotel de montaña

Una experiencia entre niebla, risas y vino en el corazón del Puerto de Navacerrada

La aventura que comenzó meses atrás

Todo estaba planeado desde hacía tiempo. Quince aventureros, quince almas con ganas de sentir la montaña y ver el atardecer en la mítica Bola del Mundo, en el Puerto de Navacerrada.
El plan sonaba perfecto: ascender al atardecer, contemplar las últimas luces del día y después disfrutar de una cena en grupo con una pequeña cata de vinos y muchas historias que contar.

Pero la montaña, como buena maestra, decidió poner a prueba nuestros planes.


El clima cambia, la aventura no se detiene

La niebla se fue apoderando del paisaje, y el atardecer quedó oculto entre las nubes.
Sin embargo, el grupo no perdió el ánimo. Tomamos el Camino Smith, un sendero legendario entre pinos, bruma y llovizna.
Cada paso tenía su encanto, cada risa resonaba en el bosque.
A veces, la verdadera aventura no está en el destino, sino en el camino.


El refugio entre montañas

Cuando cayó la noche, llegamos a nuestro refugio: el Hotel Pasadoiro, en pleno Puerto de Navacerrada.
El olor a sopa castellana y huevos fritos con chorizo nos dio la bienvenida.
Mientras tanto, nuestro enólogo preparaba la cata de vinos, que pronto se convirtió en un ritual entre amigos: tres vinos, tres aromas, tres historias para compartir.

Las anécdotas llenaron la mesa. Las risas se mezclaban con el sonido del viento afuera.
Y, como en toda buena historia de montaña, no faltó el toque misterioso:
A la mañana siguiente, alguien contó que a las tres de la madrugada alguien golpeó su puerta.
—“Ni se te ocurra abrir”, —respondió su compañero entre risas.
El miedo se transformó en carcajadas, y la historia en leyenda.


La subida a la Bola del Mundo

Después del desayuno, retomamos el desafío.
Cuatro kilómetros de subida por pista, con una pendiente constante y un paisaje cada vez más imponente.
Arriba, el viento nos recibió con fuerza, pero también con una vista que robaba el aliento.
Desde allí, el mundo parecía pequeño, y el esfuerzo, absolutamente valioso.

El descenso fue rápido, casi nostálgico. Y de vuelta en el hotel, un café con leche bien caliente cerró la experiencia.
Habíamos vivido una noche distinta, una aventura compartida que dejó huella.


Hasta la próxima aventura

Antes de partir, alguien lo dijo en voz alta, y todos lo sentimos igual:

“Pronto volveremos a una nueva aventura.”

Y así será. Porque en Cueva del Destino, cada salida se convierte en una historia que merece ser contada.
Si te gustan las montañas, las risas y las experiencias auténticas, te esperamos en la próxima ruta.

🌄 ¿Te sumas a la próxima?
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